El cuadro que en su día costara 1200 Ducados (sobre 32,45 Euros) se creó para conmemorar la victoria de la iglesia de Santo Tomé en un pleito con la vecina Villa de Orgaz, para que se cumpliera el último deseo del conde retratado en su milagroso entierro, obligando a los vecinos de la Ordaz al cumplimiento de su testamento: “páguese cada año para el cura, ministros y pobres de la parroquia 2 carneros, 8 pares de gallinas, 2 pellejos de vino, 2 cargas de leña y 800 maravedís”. Tras la victoria en el párroco de Santo Tomé D. Andrés Núñez de Madrid encarga al Greco la realización del cuadro en cuyo contrato se especificaba: “en el lienzo se a de pintar una procesión, (y) cómo el cura y los demás clérigos que estaban haciendo los oficios para enterrar a don Gonzalo Ruiz de Toledo señor de la Villa de Orgaz, y bajaron San Agustín y San Esteban a enterrar el cuerpo de este caballero, el uno teniéndolo de la cabeza y el otro de los pies, echándole en la sepultura, y fingiendo alrededor mucha gente que estaba mirando y encima de todo esto se ha de hacer un cielo abierto de gloria ...”.
El cuadro consigue representar la vida, la muerte y la resurrección o vida eterna, a través de un plano terreno, donde se desarrolla el entierro y un plano celestial, presidido por Jesucristo, María y San Juan Bautista, con entrada en forma de útero; además de recrear una extensa galería de personalidades históricas, eclesiásticas y santorales. Aparece en primer plano el difunto Gonzalo Ruiz de Toledo sustentado por San Esteban y San Agustín, a su lado el diácono y el párroco de Santo Tomé en el momento del encargo de la obra, además de una galería de personajes de la nobleza de Toledo, entre los que aparecen el autor mirando hacia fuera de la escena y su hijo en primer plano junto a San Esteban. En la zona celestial, justo en el límite del rompimiento de gloria, encontramos un ángel de bellas y naturales alas que porta el alma del difunto, esperado por la Virgen, San Juan Bautista, San Pedro y San Pablo y encima de ellos Jesucristo que culmina la composición, a ambos lados encontramos cortes celestiales y santos, además de personalidades como Felipe II, defensor de la fe, el Papa Sixto V, San Juan, Santo Tomás, Santiago, una alegoría de la resurrección, Noé, Moisés y el Rey David. Un catálogo iconográfico e iconológico además de una pirámide social del Toledo tardiorrenacentista.
1200 ducados costó esta esplendorosa obra de arte y 2,30 Euros nos cuesta verla. Curioso y prolífico negocio del arte al servicio de la iglesia, del Greco al servicio de Toledo, de la historia al servicio del consumo.